Criada entre pinturas y dibujos, con una vida personal marcada por el dolor, la rusa Anka Zhuravleva, de 35 años, es, hoy en día, una de esas fotógrafas que llenan de alma cualquiera de sus trabajos. Ha sido tatuadora, rockera, modelo de desnudos y amante apasionada. Ahora, quizás, se balancea más entre el silencio y el romanticismo…
Su vida se interrumpe bruscamente en dos ocasiones, y su obra así lo transmite: con la muerte prematura de su madre y con su enamoramiento instantáneo del músico Alexander Zhuravlev. Sus fotografías pasan de puntillas por la fina línea que las separa de grandes obras pictóricas.
Sin duda, uno de sus proyectos más conocidos es Distorted Gravity, o cómo demostrar que una simple habitación puede transformarse en un entorno onírico donde sus protagonistas yacen suspendidos en el aire. Recrea posturas de ensueño y retoques mágicos, tanto que nos parece que seguimos soñando. Nos frotamos bien los ojos y seguimos conociéndola.
Distorted Gravity forma parte de su vida desde 2006 y está protagonizado, casi en su totalidad, por mujeres. ¿La excusa? Retratar a féminas enamoradas, leyendo, paseando, soñando… Recrear el mundo real como si fuera un cuento en el que la gravedad no existe. El ambiente onírico se tiñe de fantástico y la imagen recibe pinceladas de óleos y pinturas. Sin duda, un sueño hecho en realidad con la delicadeza justa de su procesado y tratamiento.
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