Los que nos dedicamos a esto del arte (sin matizar la rama) solemos ser, y perdónenme los que se sientan ofendidos, un tanto perezosos para mantener una línea creativa que nos defina. Dar rienda suelta a las emociones y dejar que las ideas fluyan es lo fácil, lo difícil es que todo proyecto que uno boceta y lleva a término mantenga una coherencia con todos sus hermanos mayores.
Por fortuna, hay artistas capaces de crear un imaginario personal con entidad propia, que evoluciona en el tiempo, conformando un universo en el que puede ocurrir cualquier cosa, pero siempre bajo los mismos términos. Ese es el caso de Mike Lee, un ilustrador estadounidense del que no tenemos más datos que su lugar de nacimiento y su residencia actual, New York. En sus obras, Lee diseña unos personajes y espacios singulares: siempre en escala de grises, con formas redondeados, perspectivas inconexas y un dominio absoluto de la luz. Una maravilla de esas que ofrecen más y más información cada vez que las observas.
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